domingo, 14 de junio de 2009

LOS BRUJOS VIOLENTOS




El "mobbing" es un síndrome de violencia grupal consistente en la agresión oportunista, subrepticia, sistemática, envolvente, impune, hacia un individuo, en tanto se resiste a la voluntad arbitraria del líder, autoofendido, del grupo, quien mantiene el objetivo ciego de desacreditar radicalmente al insumiso, a través de acciones sociales interpuestas de distorsión perversa de la comunicación y los significados, que definen la identidad psicosocial de la víctima.
Dada su reciente descripción científica, no hay todavía consenso en su denominación y acotamiento. Se le conoce también por las etiquetas de: Hostigamiento, Acoso, Maltrato o Linchamiento Mortal o Psicológico, Psicoterror, etc.
Algunas de estas denominaciones pretenden aludir a modalidades concretas de este tipo de violencia.
La táctica agresora se basa en una comunicación antropológica monopolizada, hostil y amoral; generada principalmente por el líder/acosador, y propagada por el grupo, a través de sustracción de recursos, ataques al estatus laboral y profesional, la vida personal y privada, el entorno social o la salud física y psíquica; y en general todo aquello que en la especificidad del "aquí y ahora", en el contexto oportunistamente aprovechado, prostituya sibilinamente las atribuciones psicosociales de la víctima.
Aunque aisladamente puedan parecer "normales", su sistematicidad, persistencia e impunidad, desbaratando cualquier legítima acción de defensa de la victima, envuelve a ésta en un estrés social extremo, mutando la actitud sanamente insumisa (reactancia psicológica), en una destructiva vivencia final de indefensión psicológica (la convicción progresiva de que "mi vida está en manos de fuerzas incontroladas, no vale la pena hacer nada").

Se distinguen las siguientes ETAPAS:




  • Prolegómenos, etapa inicial de "tanteo" entre quien pretende la sumisión consentida de otro (algo parecido a la táctica de captación de las sectas por "bombardeo de amor"), y ese otro, que por ingenuidad, educación, duda generosa, cautela, miedo o torpeza, cede inicialmente o no replica con un "no" nítido y diplomático a tiempo. El cultivo de habilidades sociales de asertividad en situaciones delicadas es el antídoto parta prevenir y superar esta fase; así cómo la responsabilidad de las autoridades para evitar o vigilar tales situaciones.




  • Incidente/s crítico/s, detonador del conflicto, en el que la potencial víctima, finalmente decepcionada, expresa, verbal o conductualmente, "alto y claro" (sobre todo en contraste con la etapa anterior) hacia el domador diletante, un cuádruple mensaje:
    1) Rotunda voluntad de independencia,
    2) ante alguien desenmascarado como el antimodelo social de lo que pretende parecer,
    3) de lo que el indómito tiene evidencia, fruto de la etapa previa, y
    4) podría dar testimonio de ello.
    Basta con que uno o dos de estos componentes estén vagamente explícitos, el resto lo pone el contexto, y sobre todo, las gratuitas inferencias del destinatario, quien ofendido en lo más íntimo ("se siente amenazado"), se auto legitima para castigar sin límite. Son necesarias especiales cautelas ante los "equilibristas sociales", que se tambalean por un simple soplo.




  • Fase adolescente del acoso, en la que el grupo entra en escena definitiva y progresivamente (en una situación social sana abortando la bestia virtual antes de nacer), pero a veces -y es el tema que nos ocupa-, propagando no sólo cuantas accionessugiera el líder, sino adelantándose a sus deseos. Como es el caso especial de muchos acosos erróneamente considerados como horizontales o ascendentes, donde el líder es un poder superior, en la sombra, que se complace en, o alienta, las agresiones "espontáneas" entre iguales o hacia un cargo intermedio. El acoso cumple una función adicional ejemplarizante para el resto de los actores que comparten escenario, "un aviso para navegantes", que pretende conseguir, con miedo y uso arbitrario e impune del poder, un estado de sumisión general (¿Mobbing sociológico?). En este proceso la víctima resulta socialmente estigmatizada, llegando a colaborar en su propio acoso. La ayuda de personas de confianza de la víctima (incluidos los sindicatos, oficiosamente), para analizar el problema y evaluar estrategias de solución, o al menos de no empeoramiento, es fundamental, debido al casi absoluto desequilibrio de poder entre las partes. El acosado debe procurar y demostrar eficientemente que no está sólo.




  • Fase álgida, cuando las autoridades de personal y/o los sindicatos (ahora públicamente) intervienen, dando al problema un carácter oficial. Los responsables de personal a menudo niegan la existencia o justifican el conflicto, -a fin de cuentas, una denuncia de acoso pone en cuestión al sistema establecido- siendo directamente responsables. Un salto intercambiable, en esta etapa o en la anterior, ocurre con la intervención externa de profesionales terapeutas, asesores jurídicos o inspectores de trabajo, hasta "la baza final" de recurrir al juzgado. Si no se logra la solución, el problema se agrava; las consecuencias finales pueden llegar a la exclusión profesional y social, a través de bajas definitivas, abandono voluntario del trabajo, jubilaciones anticipadas, graves enfermedades, e incluso el suicidio. La mayoría de las noticias de un caso de Linchamiento Moral, nos llegan en esta etapa. Para entenderlo convine no quedarse ahí, e indagar en las etapas previas, -y captando su estructura y dinámica-, pronosticar el futuro, dependiente de cómo y qué se haga. Si no hay empatía ("esto me puede pasar a mí, a cualquier congénere") es difícil deducir el daño ya acumulado; más difícil aún, visualizar la Espada de Democles del daño potencial adicional, y parafrasear burdamente a Epicuro: "mientras no hay un desenlace fatal no hay Mobbing, cuando ya hay tal daño, no cabe hacer nada".

    La nota estructural básica de este síndrome es la encerrona en un escenario privado (desde la alcoba al laboratorio científico), sin testigos imparciales o con testigos cautivos (Mobbing sociológico), del que el violento sale hacia lo público ofreciendo una imagen modélica y aportaciones virtuales halagadoras para los poderes fácticos, y al que entra esgrimiendo su aureola pública. Es el juego del mago, entre lo que enseña y lo que oculta tras sus anchas mangas. En la mente del público, interesada o impotentemente ingenua, se gestan las inferencias correspondientes que encumbren, o como poco exculpan, al violento y hunden a, o pasan de, la victima. Sin tal contagio, colaboración, connivencia, o pasotismo social, el "brujo violento" perdería su magia.

Fdo. El último moño y quizá el próximo acosado.

1 comentario:

  1. Mira moño..., es que es para acosarte, eh?. La próxima vez haz un resumen que se me quema la comida.

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